Heracles, Azote de Grecia [Primera Parte]

    En los Himnos homéricos puede leerse:

    Ciertamente Heracles, y en especial bajo la denominación dada por los romanos de Hércules, es con mucho el héroe más popular y más importante de la Mitología grecolatina. Aunque sus hazañas más conocidas sean los famosos Doce Trabajos, figuran numerosas leyendas desde la antigüedad griega más remota hasta la mismísima caída del Imperio Romano. En España, ciudades como La Coruña o Cádiz reivindican el haber sido fundadas por el héroe. Curiosamente, el primer nombre que le impusieron fue el de Heracles sino el de Alcides, que recuerda al de su abuelo Alceo y que en griego es un derivado Alké = fuerza física. Heracles significa "La Gloria de Hera" y se le llamó así a partir de los Doce trabajos que iba a realizar a mayor honra y gloria de la diosa.


Nacimiento e infancia del Héroe

    Heracles era hijo de Zeus y Alcmena, esposa de Anfitrión. El padre de los dioses, aprovechando la ausencia de éste, tomó su figura y engendró a Heracles en Alcmena en una larguísima noche, prolongada por su omnipotencia. Al día siguiente regresó el verdadero esposo e hizo a su vez el amor con su mujer. Cuando llegó la época fijada Alcmena, que se había reconciliado con Anfitrión tras contarle lo sucedido, dio a luz dos gemelos: Heracles e Ificles.

    La diosa Hera, que desde el primer momento había jurado vengarse de la enésima infidelidad de su augusto cónyuge, obtuvo de su hija Ilitía, diosa del parto, que el embarazo de Alcmena se prolongara dando tiempo a que antes naciera su primo Euristeo, que llegaría a ser rey de Argos en detrimento del propio Heracles, adelantándose a los proyectos de Zeus, revelados un día imprudentemente por el propio padre de los dioses.

    Temiendo Alcmena alguna acción contra su hijo recién nacido, prefirió abandonarle en un concurrido campo. La casualidad hizo que las diosas Atenea y Hera pasaran por allí y, al encontrar aquel singular bebé, la primera le dijo a su acompañante que le amamantase, ya que ella por su condición de virgen no podía. Y así fue como su propia enemiga, sin sospecharlo, intentó criar al tierno infante, pero éste tenía tanta hambre que la mordió con vehemencia (lo que prueba su rápido desarrollo, puesto que ya debía tener dientes). Hera sintió tan agudo dolor que decidió llevar al precoz muchacho a su propia madre, Alcmena, como si fuera una nodriza, ya que estaba a la sazón criando a Ificles. Sin embargo, ya era suficiente, el héroe se había nutrido con unas gotas de leche divina y a su naturaleza mortal se le había añadido otra inmortal. Según algunas versiones, la leche que se desperdició tras el "hercúleo" mordisco originó la Vía Láctea.

    La verdadera madre reconoció enseguida a su vástago y, llena de alegría, se dispuso a cuidarlo. Hera también supo quién era aquel niño y lo cerca que había estado de poder vengarse. Su cólera no tuvo límites y rápidamente envió dos monstruosas serpientes a la cuna de los gemelos. Cuando éstas comenzaron a enroscarse en sus cuerpecitos, Ificles rompió a llorar preso de pavor, Heracles no se inmutó y agarrando con sus manos el cuello de ambos ofidios los asfixió, profiriendo un grito de triunfo que despertó a todos. Anfitrión se dio perfecta cuenta de que algo milagroso había sucedido y consultó al divino Tiresias, el cual predijo que aquel niño vencería a cuantos monstruos, gigantes y seres malignos se enfrentara y, finalmente, al terminar su agitada vida terrenal, llena de aventuras sin precedentes, subiría al Olimpo, en donde sería glorificado, dándosele por esposa a la dulce Hebe, diosa de la juventud.

    Fue así que Anfitrión decidió educar a su hijo como un héroe para que se hiciera digno de lo que el oráculo había profetizado y a tal fin eligió a los mejores maestros. Autólico le enseñó la lucha y la carrera en carro; Eurito, rey de Elia, el manejo del arco, Eumolpo el canto; Cástor y Pólux la gimnasia; el centauro Quirón la astronomía y medicina; y Lino le enseñó a tocar la lira.

    Sin embargo, el muchacho sentía mayor placer y dedicación por los ejercicios físicos y violentos que por las enseñanzas intelectuales, y un día Lino, que era un viejo gruñón, reprobó su escasa aplicación comparándola con la de su hermano y ante la falta de interés llegó a propinarle unos golpes con una caña. Indignado Heracles ante este proceder de su maestro, le arrojó la lira a la cabeza (en este proceder era pues un alumno muy "aventajado") con tanta fuerza que le mató. Lleno de arrepentimiento, Heracles tuvo que comparecer ante un tribunal acusado de homicidio, del que salió absuelto al apelar a una cita del famoso juez Radamantis, por la que no había culpa si se actuaba en defensa propia.

    Sea como fuere, Anfitrión se dio cuenta de que a su hijo adoptivo no le iban "las letras" y decidió enviarlo al campo junto con sus rebaños de bueyes, para que aprendiera lo necesario en el libro de la Naturaleza. A los dieciocho años Heracles se había convertido en el hombre más fuerte, hábil y bien parecido de toda Grecia, con una estatura superior a la normal, pero todo él, atrayente y magníficamente proporcionado.


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