Amores de Zeus con las mortales

    Zeus había acabado la lista de inmortales a quien amar. Entonces pensó que las hijas de los hombres descendientes de Pandora le podían proporcionar excitantes aventuras. Y como por algo era el Ser Supremo, aunque no necesitaba justificar sus actos, los mitólogos desearon hacerlo para que nadie pudiera acusarle de "abuso de poder". Fue entonces cuando, ante la maldad e injusticia que reinaba en el mundo o ante la gran cantidad de monstruos que asolaban los caminos y las ciudades ¿quién mejor que Zeus para procrear los héroes o semidioses necesarios para librar a la humanidad de tan indeseables plagas? Y si era a la humanidad, era lógico que contribuyera una mortal para agradecer así tan señalado favor. Guardando todos los respetos y sin el erotismo consiguiente ¿no se encarnará el Dios de los cristianos en una virgen?...

    De esta forma, las "adulterinas" andanzas de Zeus con solteras o casadas de la tierra no se interpretarían como desahogos de la carne o materia inmortal del dios supremo, sino deseos nobles de contribuir a hacer el bien y perpetuar entre los mortales la especie divina. Así los maridos burlados, los padres ofendidos y las muchachas forzadas no tomarían a mal que el dios holgara con ellas, antes al contrario sería un honor y además le deberían estar agradecidos. De estas uniones ilícitas nacerían héroes que asombrarían al mundo y a las generaciones venideras y todos contentos... Mejor dicho: todos no. La diosa Hera, su esposa legítima, no aceptaba tales explicaciones y persiguió con saña a sus rivales y a sus hijos, los semidioses que Zeus se sacaba de la manga con tanta facilidad, y si no pudo eliminarlos del todo, no sería por falta de ganas.

    Para escapar de la ira de su esposa o para tener acceso libre a la mortal, Zeus empleó con frecuencia toda sus astucia, presentándose bajo formas diversas: humanas, animales o naturales. Veamos a continuación algunas de las más significativas:

    La primera de las aventuras fue con Níobe, hija de la ninfa Laodice (recordemos que las ninfas eran divinidades secundarias que poblaban los campos, el bosque y las aguas, personificando la fecundidad y la gracia de la riente naturaleza. En la época homérica pasaban por ser hijas del propio Zeus, con frecuencia formaban el séquito de una divinidad importante, especialmente de Artemis. Habitaban en grutas donde se entretenían hilando y cantando. Las ninfas de los Fresnos o Meliseas son hijas de Urano, no de Zeus. Divinidades populares que juegan un papel parecido al de las hadas de las narraciones folclóricas) y de Foroneo, rey del Peloponeso, y con aquélla dio a luz un hijo llamado Argos, fundador de la ciudad que lleva su nombre y cuyas ruinas todavía pueden contemplarse en la subpenínsula de Morea (antiguo Peloponeso); la ciudad dominaba sobre la religión de la Argólida.

    La ninfa Calisto, hija de Licaón, llamada también "la más bella", hizo voto de castidad, igual que su buena amiga la diosa Artemis, pero fue seducida por el incansable Zeus. Al advertir Artemis que Calisto iba a tener un hijo, se indignó extraordinariamente y no sólo arrojó de su lado a la infiel, sino que se quejó a Hera. Entonces Zeus transformó en osa a la ninfa, para que escapara a la venganza de su esposa. Sin embargo, el engaño no valió, porque fue muerta a flechazos por la propia Hera, aunque sólo la figura mortal de Calisto, mientras la parte inmortal se transformó en la Osa Menor. Poco antes la ninfa había dado a luz a Arcas, caudillo fundador del pueblo arcadio, gran agricultor, que a su muerte fue llevado junto a su madre, constituyendo la Osa Menor. Pero entonces la rencorosa Hera, que nunca daba su brazo a torcer, imploró al dios de las aguas Poseidón que no permitiese a la madre ni al hijo reposar en los mares, y esto es la causa de porqué en nuestro hemisferio nunca se ve a las dos Osas trasponer el horizonte.

El castigo divino de Sísifo
    El río Asopo tenía veinte hijas con categoría semidivina, y dos de ellas, llamadas Egina y Antíope, sucumbieron a los deseos de Zeus, presentándose en forma de águila a Egina, de quien tuvo un hijo llamado Éaco, y en forma de sátiro (mitad macho cabrío, mitad hombre) a Antíope, quien dio a luz a los gemelos Ceto y Arafión. Zeus fue delatado a Asopo por Sísifo, el más astuto de los mortales, a cambio de que el dios río le hiciera brotar una fuente en la fortaleza de Corinto, de donde era rey, cosa que así hizo. Cuando Zeus se enteró quien era el delator, castigó a Sísifo a subir eternamente una montaña empujando delante de sí una gran peña: apenas ésta llegaba a la cumbre, volvía a caer impelida por su propio peso y Sísifo tenía que empezar de nuevo. Algunas versiones transforman a Asopo en un soberano de Beocia . Zeus, para conseguir a Egina, esta vez se transformó en fuego. Como Antíope había huido, Asopo quiso descargar sus iras en Egina, pero entonces Zeus la transformó en una isla del mar Egeo, donde continúa todavía.

    Enamorado de Io, hija de Inaco, consiguió lo que deseaba de todas. Pero esta vez Zeus no esperó a que Hera adivinara lo ocurrido y persiguiera como era costumbre a su amante. Envolvió a Io en una nube y la metamorfoseó en una vaca, para que Hera no sospechara de ella y pudiera él seguir tranquilamente gozando de su amor. Pero Hera se dio cuenta de que algo pasaba entre su esposo y aquella extraña vaca por las atenciones que éste le prodigaba, y así rogó a su augusto esposo que le regalase tan singular animal. El señor del Olimpo, sintiéndose culpable, cedió a los deseos de Hera y le entregó a la desgraciada Io, a quien puso bajo custodia de Argos, monstruo de cien ojos, para que la vigilase. Entonces Zeus, acongojado por la infeliz suerte de su amante, envió a Hermes, hijo suyo y divino mensajero, para que adormeciera al monstruo guardián con los sones de su armoniosa lira, acto seguido le cortó la cabeza y liberó a la muchacha en forma de vaca.

    Desde el Olimpo, Hera estaba presenciando lo ocurrido y como era una cosa corriente en ella (aunque además la provocaban), se encolerizó hasta extremos insospechados. Como no podía enfrentarse con su esposo ni con Hermes por ser divinos como ella, arremetió contra la pobre mortal, enviándole un tábano gigante que con sus picaduras la hizo huir hasta Egipto, en donde dio a luz a Epafo; el mar por donde atravesó a nado recibió el nombre de Jónico (derivado de Io o Jo, mar de Io o de Jo, como también se le conoce). Según la leyenda, Epafo fue el fundador de la ciudad de Menfis, primera capital del reino nilótico, y su madre Io daría lugar a Isis, la gran divinidad de la época faraónica.

   Otra amante de Zeus que tuvo final desgraciado fue Sémele, hija de Cadmo y Harmonía. Hera se enfureció con el enésimo adulterio de su esposo y decidió que esta vez su rival no escaparía a su castigo. Se ganó la confianza de Sémele, ofreciéndose como buena amiga, y la instó a conocer en toda su dimensión el poder de su amante. Zeus, en uno de sus transportes amorosos, había jurado conceder a su compañera cualquier deseo. Sémele, curiosa e instigada por Hera, solicitó a Zeus que se mostrara en toda su gloria. Zeus, horrorizado, comprendió de pronto la venganza de Hera, pero como no podía volverse atrás de su juramento, la desgraciada Sémele murió consumida por el rayo, manifestación suprema del padre de los dioses, que presenció la escena sin poder intervenir porque el Destino estaba por encima de él y acto seguido subió entristecido al Olimpo.

    De esta unión nació Dioniso, quien cuando en una de sus hazañas mereció ser divinizado, bajó a los infiernos en busca de su madre y, tras resucitar su carne mortal, se la llevó al Olimpo, en donde la entronizó con el nombre de Tione, a pesar de la oposición de Hera.

El heroico Perseo
    En una nueva aventura, el dios supremo amó de forma espectacular a Dánae, hija del rey de Argos. Éste había conocido por un oráculo que su destino sería morir a manos de su nieto y, para evitarlo, encerró a Dánae, todavía virgen, en una cámara subterránea recubierta de bronce, un verdadero "bunker" de la época, con el fin de que no pudiera tener descendencia. Pero Zeus todopoderoso la vio y tras enamorarse de ella la poseyó, transformándose en una finísima lluvia de oro que descendió por el techo de la cámara y la dejó embarazada. Al conocer el rey de Argos, Acrisio, el estado de su hija, esperó a que diera a luz. Nació Perseo, entonces puso a ambos en una barca que hacía aguas y los abandonó a la corriente del río. Con la protección de Zeus, ambos llegaron a una isla llamada Serife, en donde un pescador, al parecer hermano del rey, los salvó y los presentó al monarca de la localidad. Polidectes, quien prendado de Dánae quiso casarse con ella. 
   
Tiempo después (a escala divina es imposible saber cuánto) sintió Zeus una intensa pasión por Alcmena, hija de Electrión, rey de Tebas y nieta precisamente de Perseo. Esta princesa estaba casada con el argivo Anfitrión, rey de Tirinto (como puede verse, no hay nada de democrático en los devaneos de Zeus, pues las cortejadas son todas hijas de reyes, "princesas", ninfas, etc.). Anfitrión estaba empeñado en una larga guerra contra los familiares de su esposa, con la que se había casado pero respetaba su virginidad en tanto no hubieran terminado las hostilidades. En una de sus ausencias, Zeus contempló a Alcmena en la intimidad y naturalmente se enamoró de ella. Ante la resistencia de ésta y como el pretendiente al ser dios tenia que guardar las formas y no podía poseerla contra su voluntad, Zeus ideó una sutil estratagema. Tomó la forma de Anfitrión y, haciéndole creer que era su esposo que regresaba porque la guerra había terminado, se acostó varias veces con ella. Sin que ésta sospechara lo más mínimo. Con la llegada del verdadero Anfitrión, Alcmena se dio cuenta de que se hallaba embarazada. Comprendió lo que había pasado y se lo contó a su esposo, quien aunque en un principio quiso castigarla, aconsejado por el propio Zeus terminó por transigir, ya que en aquel tiempo el caso era frecuente...

    Anfitrión había engendrado en Alcmena a Ificles y de Zeus tuvo ésta al gran Heracles. Basta decir que el odio de Hera persiguió con saña tanto a la madre como al famoso héroe y semidiós. Recordemos también que en castellano culto, derivado del griego, nos ha quedado el concepto de anfitrión para designar a una persona que invita bien sea a una comida, a una fiesta, a su casa, etcétera.

    En figura de blanco cisne Zeus pudo llegarse a Leda, esposa de Tíndareo y madre de Clitemnestra, futura esposa de Agamenón. Zeus vio a la mujer bañándose en el río Eurotas de Esparta, de donde Tíndareo era rey, y ordenó a Afrodita que se metamorfosease en águila perseguidora, para que Leda, asustada, acudiera a refugiarse entre el plumaje del hermoso cisne que casualmente había aparecido...

    La mayoría de obras de arte: esculturas, cuadros, dibujos, etc., reflejan la escena de la unión carnal entre el dios y Leda con gran realismo, e incluso la poesía se ha ocupado de ella más de una vez. A los nueve meses, la esposa de Tíndareo, según el relato "parió dos huevos": del primero salieron Pólux y la bella Helena, mientras que del segundo lo hicieron Cástor y Clitemnestra. Los dos primeros pasaron por ser hijos del dios y los otros dos de Tíndareo.
    Sin embargo, a Cástor y a Pólux se les conoce también como los gemelos o Dióscuros, es decir literalmente hijos del dios. Así pues, ¿según el mito fueron los cuatro descendientes del padre de los dioses?
    Las versiones se contradicen. Apolodoro narra que Zeus se enamoró de Némesis, hija de La Noche, y se convirtió en cisne transformando a ella en ánade. Némesis entregó a Leda el huevo que había concebido y de él salieron los gemelos, mientras que del otro huevo nacieron los otros dos, verdaderos hijos de Tíndareo. Así pues, Apolodoro cree en la inocencia de Leda. Sin embargo, una interpretación más maliciosa  deja entrever que quizá Leda tuviera alguna aventura amorosa a orillas del Eurotas, en donde habrían muchos cisnes, y para salvar su honor y halagar a su esposo aseguró que había sido el propio Zeus quien la había hecho madre. En aquella época, como al parecer según las creencias eso de tener las mortales relaciones íntimas con los dioses era cosa muy frecuente, tal afirmación era tomada muy en serio porque aseguraba una descendencia de héroes o semidioses.

    Otro amor desgraciado de Zeus a causa de los celos de Hera, que no perdonaba aventuras ni devaneos de su esposo, fue el tenido con Elara, hija de Orcomenes y princesa de Orcomenia. Cuenta Apolodoro que cuando Hera se enteró de las nuevas relaciones de su cónyuge, concibió tal ira que para librar a su amante del castigo de la diosa tuvo el Tonante (otro apelativo de Zeus significando el que produce el trueno) que esconderla en el interior de la Tierra, donde alumbró al gigante Titio y pereciendo acto seguido. Gea se encargó de alimentar al nuevo ser, de forma que otras versiones lo hacen hijo de ella. Ya mayor, Titio quiso forzar a Leto, por lo que fue fulminado por los hijos de ésta, Apolo y Artemis, con sus infalibles arcos. Dos buitres devoraron constantemente su hígado en los Infiernos, víscera que continuamente se regeneraba.

    Con Carme, nieta del sacerdote cretense Carmanor, tuvo Zeus a otra ninfa predilecta de Artemis: la hermosa Britomartis. También tuvo el padre de los dioses relaciones ilícitas con Día, esposa de Ixión, culpable de haber asesinado a su suegro, fue purificado por Zeus, que se apiadó de él, pero entonces se suscitó en él una pasión por Hera y trató de violentarla. Zeus o tal vez la propia Hera, formó una nube semejante a la diosa. Ixión se unió a este fantasma y engendró a Centauro, del que provenía el monstruoso pueblo que con el tiempo y según el mito lucharía con los lapitas. Zeus castigó a Ixión por la osadía atándolo a una rueda encendida que giraba sin cesar y lo lanzó por los aires. Y como al purificarle le había dado a probar la ambrosía que confería la inmortalidad, Ixión ha de sufrir su castigo eternamente.

    De Electra (nombre muy corriente en la Mitología griega), hija de Atlante, nacieron Dárdano, fundador de Troya, Yasión y Harmonía, la futura esposa de Cadmo. Con Lamia, Zeus tuvo la sibila Libia, con la oceánida Pluto al desgraciado Tántalo, que por su orgullo o por haber revelado secretos de los dioses, acusado de haber inmolado a su propio hijo, fue condenado en los infiernos a una sed y un hambre terribles, teniendo cerca cuanta agua y comida podía desear, pero siéndole imposible alcanzarlas; con la ninfa Sítnides a Mégaro, fundador de Megara, con Talía hija de Hefesto a los gemelos Palicos; con Garamántida (que recuerda el pueblo norteafricano-sahariano de los garamantes) tuvo a Yarbas o Gerbas (que se conserva en la isla de su nombre, isla de Yerba junto a Túnez).

1 comentario:

  1. Teniendo en cuenta que Níobe era sobrina de Ío, cabe pensar que la primera unión con una mortal no fue con ella sino con su tía. Calisto era por su parte bisnieta de Níobe: tampoco parece pues que pudiera ser anterior a Ío.
    Creo por lo tanto que es indudable que Ío fue la primera mortal amada por Zeus. De ella pues descienden Perseo, Heracles y el mismísimo Dionisos.

    ResponderEliminar