La primera esposa (o según algunos mitólogos amante) de Zeus con carácter divino fue Metis, hija de Océano y de Tetis, y encarnación de la Prudencia o la Sabiduría (y en el mal sentido de la Perfidia). Ella fue quien le proporcionó la droga que obligó a Crono a devolver todos los hijos que se había tragado. Algunos tratadistas opinan que Metis sólo estuvo asociada a Zeus para el mejor gobierno del mundo, ¿y por qué no pensar que ésta, como el Destino es también solamente una emanación del Dios padre? Lo propio puede decirse de la unión con Temis (la Justicia) y de la propia hija de Zeus y Metis, Atenea (la Sabiduría).
Pero volvamos a nuestro relato, sea como fuere, la asociación de Metis con Zeus debió ser muy íntima, porque aunque la diosa se resistió a las acechanzas de su augusto colega, adoptando diversas formas, terminó por quedar embarazada de éste. Entonces Urano y Gea, llenos de envidia, anunciaron que si Metis daba a luz un hijo varón, éste un día destronaría a Zeus, como había sucedido con Urano y Cronos.
El padre de los dioses no lo pensó dos veces, cogió a Metis y se la tragó junto con el ser que tenía dentro de sus entrañas. Esta divina antropofagia permitió a Zeus asimilar toda la sabiduría y la prudencia (según el relato tradicional se trataría pues no de una emanación sino de una absorción, creencia corriente en muchos pueblos primitivos y no tan primitivos, como por ejemplo, los aztecas, que consistía en sacrificar al enemigo o a una víctima propiciatoria, guerrero o caudillo propio, y comérselo todo o en parte, en especial vísceras o entrañas, como una especie de comunión para adquirir sus cualidades).
Cuando llegó la hora del parto, un violentísimo dolor de cabeza atacó a Zeus, tan atrozmente que mandó a su hijo Hefesto, encargado de forjar las armas divinas, que le propinase un hachazo en el punto en donde le dolía. Obedeció Hefesto y de la brecha que le produjo salió una joven ya adulta de serena belleza, completamente armada, lanzando jubilosos gritos de victoria y blandiendo una jabalina. Fue la diosa Atenea [o Minerva], diosa de la inteligencia y del ingenio y protectora de los guerreros (semejante a lo que después serían las valquirias germánicas), además de erigirse más tarde como patrona de Atenas.
Zeus amó después a Temis (al igual que sucede con Metis hay mitólogos que niegan el casamiento y afirman que Temis sólo fue acompañante de Zeus, tal como hemos citado como diosa de la Justicia). De esta unión conyugal o tan sólo íntima tuvo varias hijas: las Estaciones [las Horas], llamadas respectivamente: Eirene o Irene (Paz), Eunomía (Disciplina) y Dike (Justicia). Luego las Moiras ya mencionadas en otro artículo como agentes del Destino. Este matrimonio o unión con Temis representa la encarnación del Orden Eterno y de la Ley, posee un indudable valor simbólico y quiere mostrarnos cómo Zeus, comprometido en no torcer el Destino, ha de ser también guardador de la Ley, la debe cumplir y hacer cumplir, porque es la Ley misma.
Amores de Zeus con otras diosas
Pero la carrera amorosa de Zeus no había hecho más que comenzar. Eran tantas las diosas de singular belleza que tenía a su alrededor, y le costaba tan poco expresar su deseo amoroso para verse complacido... que era muy difícil sustraerse a la apasionada llamada de Eros... y es que si el ser humano "no es de piedra", los dioses griegos... mucho menos, y Zeus no constituyó ninguna excepción, muy al contrario, dio ejemplo, corregido y aumentado, de lo que en los demás era cosa normal y corriente, y además estaba justificado...
Así pues, pronto se unión con Eurínome, hija también de Océano y Tetis, mitad ninfa, mitad pez de cuya unión nacieron las tres Gracias (en griego Cárites), llamadas Aglae, Eufrosine y Talía, que eran originalmente espíritus de la vegetación o de los árboles. De Mnemosine, otra titánide que simboliza la Memoria, tuvo al cabo de un año a las Nueve Musas, todas de una vez, porque según la leyenda Zeus hizo el amor con Mnemosine en Pieria durante nueve noches seguidas. Las nueve Musas presiden el pensamiento en todas sus formas y luego forman el cortejo de Apolo. Con otra de sus hermanas, Deméter [Ceres], engendró a Perséfone [Proserpina], caracterizada por su atrayente pero trágica odisea.
Según Hesíodo, hasta este momento no hay que situar la boda sagrada con Hera, su propia hermana. Dada su importancia y trascendencia, le dedicaremos un apartado.
Siendo así, y ya habiéndose concertado su matrimonio con Hera, el inconstante Zeus se enamoró de Leto [Letona], hija del titán Ceo y de la titánida Febe, y de ella tuvo a Apolo [Febo] y Artemis [Diana].
Según se dice, cuando Leto se hallaba encinta de los dos gemelos divinos, la celosa Hera obtuvo de Ilitía, la diosa que presidía los partos, la promesa de no intervenir; su ausencia impediría que aquel acto se produjese. Finalmente, las demás diosas enviaron a Iris como mensajera, prometiendo a Ilitía un collar de oro y ámbar de nueve codos de longitud, y gracias a ello, acudió en auxilio de la desgraciada. Así pudieron nacer los dos bebés olímpicos.
Leto y los gemelos divinos |
Zeus de unió también con Dione, otra de las titánidas, y según una versión que se aparta de la tradicional engendró en ella a Afrodita. Pero no paró ahí la cosa, pues tuvo otros amores "adulterinos" y fruto de ellos nacieron algunos dioses más. Así de Electra, hija del titán Atlante, tuvo a Dárdano; de Maya, otra hija de aquél, nació Hermes [Mercurio], el mensajero divino. Táigete, también hija de Atlante, le dio a Lacedemón (y es que cuando le atraía un vástago femenino de una familia divina no paraba después hasta irse uniendo con el resto de hermanas, si las había). Táigete sólo se entregó al dios hallándose desmayada. Al volver en sí, avergonzada, fue a ocultarse en Laconia (Esparta), en la actual subpenínsula de Morea, al sur de Grecia, en el monte al que dio su nombre y desde el cual, según la tradición, los espartanos despeñaban a todo el que nacía deforme o con alguna tara física o psíquica, todo ello para preservar la pureza de la raza.
Finalmente de Perséfone, a quien se unió en forma de serpiente, tuvo a Zagreo.
Finalmente de Perséfone, a quien se unió en forma de serpiente, tuvo a Zagreo.
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