Zeus, tras su accidentado nacimiento y luchas posteriores, se convirtió en la divinidad suprema del Olimpo, dios de la luz del día, del cielo y de los fenómenos atmosféricos, soberano de dioses y de hombres, que lo conoce todo, tanto el presente como el porvenir. Es todopoderoso, sabio, justo y bueno. Establece el destino del Universo, él mismo se halla sometido a aquél para que esta especie de humillación se tome como ejemplo de humildad, aunque en realidad el Destino es una emanación del propio Zeus. Íntimamente relacionado con esta cualidad se hallan las Moiras o Parcas.
Una angustiosa predestinación basada en una fuerza fatalista envuelve toda la Mitología y la mayor parte de las grandes obras literarias helénicas. Todo ello puede resumirse en: "lo sucedido es porque estaba escrito", ante la disyuntiva de cambiar el curso de los acontecimientos Zeus se inhibe, aunque no sea ello un sentimiento de impotencia. ¿No consiente el mal o lo permite el Dios de los cristianos y según sus teólogos Él sabe por qué lo hace?...
Aunque Hesíodo nos relata que Zeus nació en la isla de Creta, otros autores discrepan y aseguran que su cuna estuvo en el monte Dicteo o en el Ida, por el que tanta preferencia sentía Homero, según puede leerse en muchos pasajes de la Ilíada, el gran poema que narra la guerra de Troya. Los beocios creían que el soberano de los dioses había nacido en Tebas, su ciudad más importante (no confundir con la Tebas de Egipto); los aqueos en Eges, una de sus principales poblaciones; los etolios en Oleno; los mesonios en Mesenia; los arcadios en el monte Liceo...
Así pues, cada pueblo helénico lo hizo compatriota suyo, cosa comprensible y lógica y fenómeno que ha sucedido siempre en todos los tiempos y lugares con personalidades tanto divinas como históricas. Sin embargo, era casi creencia común que la primera infancia del dios se desarrolló en el escenario de la alargada isla de Creta, al sudeste de la Grecia continental y bañada por el mar Egeo, en donde había florecido una refinadísima civilización mucho antes de las invasiones propiamente históricas de pueblos helénicos. Allí según la tradición, su madre Rea lo confió a las Ninfas y a los curetes, habitantes de aquellos parajes; a los que pidió que bailasen sus ruidosas danzas guerreras a fin de que la criatura divina no delatase con sus gritos su presencia a su padre Crono, deseoso de devorarlo. Su nodriza fue la ninfa (o, según algunos relatos, la cabra) Amaltea, que le dio su leche. Al parecer al morir esta cabra, Zeus se hizo una armadura con su piel que se conoció con el nombre de égida y cuya potencia pudo comprobar en los combates contra los titanes y los gigantes.
El niño divino fue también alimentado con miel que destilaron expresamente las abejas del monte Ida (la palabra miel proviene de la voz griega melita = abejas, es decir, la fabricadora de miel). Según los tratadistas de mitologías comparadas, existieron unos trescientos dioses en los panteones de los pueblos que pueden identificarse con el Zeus helénico. Los cretenses, ya en la antigüedad, no se contentaban con mostrar el lugar donde según ellos, había nacido el padre de los dioses, sino que también mostraban la tumba de Zeus en Cnossos con la inscripción Ci git Zan (aquí yace Zan = Zeus), lo que producía una gran curiosidad entre la mayoría de gentes que iban a visitarla y un gran escándalo para los mitógrafos y poetas.
Teniendo en cuenta esta importancia, se comprenderá que quizá los fragmentos mitológicos helénicos más extensos se hallen dedicados a la figura de Zeus, que aparece en casi todos los relatos. De éstos probablemente los más conocidos sean las innumerables aventuras amorosas que tuvo con sus esposas y amantes, unas divinas y otras mortales. El número de sus hijos legítimos o ilegítimos se evalúa en unos ciento cincuenta.
La procreación aparece en Zeus como manifestación de una acción providencial y no debemos escandalizarnos como hicieron los primeros escritores cristianos ante aquellos relatos, pues hay que penetrar antes en el mundo sociocultural de las gentes que crearon aquella mitología, lo cual no quiere significar que los griegos (aunque con una conducta muchísimo más laxa que la moral estricta cristiana) siguieran habitualmente los ejemplos que mostraban cotidianamente sus dioses. Para explicar los orígenes del mundo y su desarrollo y poblamiento era necesario el que se permitieran uniones sin excesivo prejuicio e incluso muchas de ellas terminarían siendo castigadas.
Así pues los poetas y mitógrafos se esforzaban por reconocer las profundas razones que llevaron especialmente a Zeus a dar hijos a los mortales. Así explicaban el nacimiento de Helena por el deseo de disminuir la población excesiva de Grecia y Asia, provocando un conflicto sangriento. El nacimiento de Heracles (Hércules) por la intención de suscitar a un héroe invencible capaz de librar a la tierra de monstruos maléficos. Es el superhéroe fraguado constantemente por la mentalidad humana en todo tiempo y lugar y en todas las literaturas y mitologías, quijotesco caballero intachable cuyo reflejo es el Superman de los cómics juveniles o algún ser de otra galaxia o un poderoso arcángel de las creencias cristianas, lo cual confirma la ilusión de que el "retorno de los dioses" ha comenzado.
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