Orfeo y Eurídice

    La genealogía de Orfeo se halla llena de controversia. La mayoría de versiones le suponen hijo de Eagro, rey de Tracia y de la Musa Calíope, pero otras lo creen descendiente del propio Apolo y de Clía. De aquél recibió la lira (o según otros de Hermes) y la perfección al añadir dos cuerdas más a las siete que ya tenía. Se dice que al tañerla y con su canto obraba verdaderos milagros. Pero además de músico fue también poeta, filósofo, teólogo y reformador de la moral y de las costumbres.

    Su talento realizó maravillas en la expedición de los Argonautas y, mediante sus cantos y acordes, el navío Argo, inmovilizado en la playa, descendió solo hacia el mar. Con sus composiciones fijó definitivamente a las dos islas errantes que atenazaban entre ellas a los navíos y adormeció al dragón que guardaba el Vellocino de Oro. Finalmente venció a las Sirenas y permitió a los Argonautas que escaparan a sus irresistibles encantos.

    Su segundo viaje fue a Egipto. De allí volvió en posesión de los principios y prácticas que le habían de dar la consideración de padre de la teología pagana. Trajo de Egipto la creencia en la transmigración de las almas, el conocimiento de los misterios del dios egipcio Osiris y la doctrina de la purificación. Héroe pues civilizador, no guerrero, su trágico fin como consecuencia de la pérdida de su amada constituye una de las más bellas leyendas de toda la Mitología Universal. Espíritu delicado, a Orfeo le agradaba mucho la compañía de las ninfas. De todas ellas sólo una logró conmover su corazón. Se llamaba Eurídice y era muy hermosa. Orfeo logró vencer sus pudores de virgen y, con permiso de Zeus, los prados y los ríos sonrieron al verlos juntos y felices en un éxtasis amoroso que debía ser eterno.Desgraciadamente esto no fue así y, un día, en el que Eurídice se había refugiado detrás de unas hierbas, huyendo del pastor Aristeo que quería hacerla suya, una víbora la mordió y expiró en los brazos de su amadísimo Orfeo.
    El intenso dolor dio ánimos al héroe y decidió recobrar a su esposa o perecer en la empresa. Así pues, con paso seguro descendió a los Infiernos y, pulsando la lira con sus maravillosos sones, encantó a cuantos moraban en los dominios de Hades: la rueda Ixión cesó de girar, Sísifo descansó de la fatiga de su inútil trabajo y Tántalo por un momento olvidó los suplicios de la sed. Compadecidos Hades y Perséfone del dolor de Orfeo, consintieron en devolverle a Eurídice, pero con la condición de no mirar hacia atrás hasta haber alcanzado el mundo de los vivos. Uno detrás del otro ascendieron la escarpada cuesta que conducía a la luz. Cuando Orfeo alcanzó la cima era tan feliz por hallarse de regreso que ya no pudo más y deseó contemplar a su amada, pero ésta todavía no había alcanzado el umbral de lo invisible, y con los brazos tendidos y un angustioso "adiós"... se desvaneció para siempre.

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    Desconsolado Orfeo, rehuyó a los humanos y vagó por los bosques intentando encontrar alivio en los acordes de su lira, con los que amansaba a las fieras salvajes. Pero los dioses no podían permitir que un humano conociera los secretos del más allá y enviaron a las Ménades, las cuales locas de pasión por él terminaron despedazándole. De esta forma, el triste "adiós" susurrado por Eurídice se transformó en una dulce realidad, aunque fuera en el reino de las sombras.

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