Hace mucho tiempo vivía en la antigua Grecia, en la ciudad de Sesto, junto al Peloponeso, una hermosa doncella llamada Hero, consagrada a Afrodita, admirada y cortejada por Apolo y Eros. Cierto día, hallándose ocupada en sus tareas de sacerdotisa en el templo de la diosa del Amor, vio al bello Leandro, que humildemente había acudido a llevar sus ofrendas al recinto sagrado. A partir de entonces el corazón de Hero latió solo por Leandro y éste, que también había sido cautivado por la doncella, le confesó su amor con la alegría de saberse correspondido por Hero. Leandro tenía su casa paterna en Abidos, población situada frente a la de su amante y cuyas dos orillas formaban el Helesponto (actual estrecho de los Dardanelos, en Turquía).
Como tantas veces ha sucedido, los padres de los dos jóvenes se opusieron rotundamente al casamiento y sembraron el camino de dificultades. Finalmente, un día advirtieron muy seriamente a sus respectivos hijos que sus entrevistas debían terminar para siempre.
Pero tan fuerte fue el amor que había surgido entre ambos, que desobedecieron las recomendaciones de sus progenitores y lo planearon todo para seguirse viendo en secreto. Por medio de una linterna-farol colocada en la ventana al caer la noche, Hero avisaba a Leandro, quien se encontraba en la orilla opuesta del estrecho, de que no había ningún peligro y que el camino estaba libre para poder ir a visitarla. Todos los días, en cuanto Leandro veía brillar la luz del farol a lo lejos en la ventana de su amada, se arrojaba ansioso al Helesponto y lo cruzaba a nado para poder reunirse con su queridísima Hero.
Así gozaron de su amor los dos jóvenes durante un tiempo. Una y otra vez Leandro desafiaba a la muerte en las encrespadas olas del mar, animado por la dulce recompensa que solícita le esperaba no sin cierta angustia. Pocas horas de la noche podían permanecer juntos, por miedo a que los padres de Hero les sorprendieran, y en cuanto veía rayar el alba, Leandro regresaba apesadumbrado a su casa, pero con la esperanza de que aquel corto espacio de tiempo volvería al día siguiente.
Así se vieron durante un buen tiempo, hasta que una noche, mientras Leandro se hallaba cruzando el río a pleno nado, se desencadenó un fuerte vendaval que hizo apagar la lámpara por la que se guiaba. Esta circunstancia impidió su regreso, y el joven decidió dejar la visita para cuando el tiempo amainara. Fue así que el animoso muchacho, que había iniciado la travesía de vuelta a su hogar redobló sus esfuerzos, pero las embravecidas olas terminaron con su vida.
Al día siguiente al amanecer, Hero, angustiada, había acudido a la playa intentando recibir noticias de su amado, cuando una enorme ola depositó a Leandro a sus pies con el consiguiente terror de la muchacha. Hero no pudo soportar aquella pérdida, que lo era todo para ella y decidió marchar en su busca, arrojándose a su vez a las turbulentas aguas que apenas se habían amansado.
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