
Zeus se dio cuenta del daño que podría hacer el recién nacido cuando tuviera más edad y ordenó a su madre que se deshiciera de él. Ésta lo ocultó en un bosque y allí lo criaron las fieras. Siendo ya un niño de pocos años, construyó un arco y empleó el ciprés para las flechas. De esta forma se transformó en certero tirador que había de prodigar sus flechas contra los hombres. Con el tiempo cambió su rústico arco por otro de oro y la nereida Tetis consiguió de Zeus que le recibiese en el Olimpo el día de su matrimonio con Peleo.
Tenemos así a Eros o Cupido tal como nos lo muestran las representaciones tradicionales, como un niño alado mensajero acompañante de Afrodita, al que se encomendaba la tarea de unir los seres amados con las flechas de su carcaj. Las heridas que éstas producen simbolizan la angustia del deseo, cuya consumación es la muerte que genera la vida.

Los hijos que Afrodita tuvo con Ares son característicos descendientes del padre: Deimos simbolizaba el Terror, y Fobos el Temor (de aquí la palabra fobia en español). Tuvo también una hija, Harmonía, que era semejante a su madre en cuanto a propiedades físicas.
Afrodita fue denominada por los latinos Venus y a ella le estaba consagrada el planeta de su nombre, que recibía también los apelativos de Fósforo, Lucífero o Hésper, estrella de la luz vespertina.
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