Poco después de lo narrado en el artículo anterior, la esposa de cierto rey de Chipre denominado Cíniras o según otras versiones la de un rey asirio o fenicio (el origen del mito es una vez más oriental), se jactó intensamente de que su hija Mirra o Esmirne era incluso más hermosa que Afrodita. La diosa, sintiéndose ofendida, hizo que Mirra se enamorara de su padre y yaciera con él una noche sin luna, después que su nodriza lo hubiera embriagado hasta tal punto que no se daba cuenta de lo que hacía. El incesto se repitió once noches seguidas, pero a la duodécima descubrió lo que estaba sucediendo y, armado de un gran cuchillo, intentó clavarlo en las entrañas de su hija, que ya había concebido a un nuevo ser.
Ante el peligro, Mirra huyó hacia el monte y allí invocó la protección divina: inmediatamente fue transformada en el árbol de la mirra, de oloroso perfume. Diez meses después la corteza del árbol se abrió y dio salida a un bebé que recibió el nombre de Adonis. Afrodita, que se sentía arrepentida de tal cruel venganza, guardó a la criatura en un cofre y se lo confió a Perséfone sin más explicaciones.
La reina de los muertos abrió el cofre llena de curiosidad y se encontró con un niño tan bello que decidió criarlo en su palacio. Pasaron los años y Adonis, ya adulto, se transformó en amante de Perséfone, pero entonces Afrodita se lo reclamó sin que naturalmente obtuviera respuesta. La diosa del amor acudió con presteza a Zeus y éste, dándose cuenta de que lo que quería en definitiva era gozar del amor del bello mancebo, declinó en ser árbitro de una disputa tan desagradable y transfirió la misión a la musa Calíope.
La sentencia de la musa fue que tanto Perséfone, por haberlo sacado del cofre, como Afrodita por haberle salvado la vida, tenían igual derecho a Adonis, al cual se le debía conceder también un período de descanso de las dos insaciables amantes. Entonces dividieron el año en tres partes, en una Adonis estaría con Perséfone, en la otra con Afrodita y en la tercera podía permanecer solo. Pero Afrodita jugó sucio y, valiéndose de su ceñidor, impuso a Adonis una pasión que le hizo renunciar a su parte anual de soledad en beneficio de la diosa del amor e incluso de acudir cuando le tocaba el turno a Perséfone.
Afrodita y Adonis. |
Afrodita volvió entonces a Zeus y le suplicó entonces que su amante no tuviera que pasar todo el año con Perséfone y pudiera ser su compañero durante los meses de verano. Zeus se sintió magnánimo y le concedió entonces este deseo: la mitad de los meses del año estaría con Perséfone y la otra mitad con Afrodita. Relato que presenta una afinidad con el del propio rapto de Perséfone.
En otra ocasión, Zeus espoleó a Afrodita a enamorarse
con pasión del bello Anquises, rey de los dárdanos y nieto de Io. Una
noche oscura, cuando Anquises dormía en su choza de pastor en el monte
troyano Ida, Afrodita se disfrazó de frigia, y vestida con una túnica de
color rojo, llegó hasta el pastor y le sedujo. A la mañana siguiente la
diosa le rebeló su identidad, pero le hizo jurar que no contaría a
nadie la aventura. Anquises se llenó de temor al saber que había yacido
con Afrodita y le suplicó que no le hiciera ningún daño. Ella le animó,
prometiéndole que el hijo que había concebido llegaría a ser famoso.
Pasó el tiempo, y en cierta ocasión que el pastor estaba bebiendo con
sus amigos, un compañero le dijo: "¿Con quien desearías dormir, con la
hija del compadre tal o con la diosa Afrodita?". "No puedo darte
respuesta- contestó Anquises sin darse cuenta- porque como he dormido
con las dos no tiene sentido tu pregunta."
Afrodita acosa a Anquises. |
Zeus, que había escuchado esta charla, lanzó contra el pastor un rayo,
pero Afrodita salvó a su amado de una muerte segura al desviar aquél con
su mágico ceñidor. Pero esta acción no impidió que el pobre Anquises se
llenara de miedo y quedó tan debilitado que durante el resto de su vida
ya no pudo mantenerse más en pie. Afrodita dio a luz a su hijo Eneas y ya
no se acordó más del pobre pastor.
Eneas sería destinado a llevar la cultura al entonces salvaje reino de Lacio, en Italia.
Eneas sería destinado a llevar la cultura al entonces salvaje reino de Lacio, en Italia.
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