Halagada por la sincera confesión hecha por Hermes de que la amaba, Afrodita accedió poco después a yacer con él y el fruto de esta aventura fue Hermafrodito, un ser de doble sexo. Igualmente se entregó a Poseidón, por haber intervenido en su favor.
Protectora de todo lo concerniente al amor y el deseo erótico, no es de extrañar que algunos relatos refirieran una unión de Afrodita con Dioniso, dios de las orgías que siguen a la borrachera. Consecuencia de ella sería el dios Príapo, un niño feo con enormes órganos genitales y dotado de erección permanente. Terror de doncellas y matronas, aunque no podía consumar el acto por la proporción del aparato; se cuenta que inventó la masturbación. También se decía que Hera fue quien le dip este aspecto obsceno, porque sospechara que el padre pudiera ser el propio Zeus y no Dioniso y una vez más quisiera vengarse, bien porque censurase el furor uterino de Afrodita. Príapo era venerado en Lampsaco y tenía el oficio de jardinero (por aquello también de fertilizar las plantas), llevando casi siempre una podadera.
Afrodita no había olvidado el sofoco que le había hecho pasar Hefesto, así que decidió seguir amando a otros para continuar vengándose. Cuando Apolo la cortejó, la hermosa divinidad no fue sensible al prestigio del dios de la poesía y de la música y así inició un nuevo idilio. Cuando aparecía en el horizonte el carro del Sol ambos amantes subían en él y, al llegar a la isla de Rodas, se apeaban y allí pasaban largas horas en la playa entregados a los placeres del amor. Después volvían otra vez al Olimpo por distintos caminos, para no levantar sospechas.
Afrodita no había olvidado el sofoco que le había hecho pasar Hefesto, así que decidió seguir amando a otros para continuar vengándose. Cuando Apolo la cortejó, la hermosa divinidad no fue sensible al prestigio del dios de la poesía y de la música y así inició un nuevo idilio. Cuando aparecía en el horizonte el carro del Sol ambos amantes subían en él y, al llegar a la isla de Rodas, se apeaban y allí pasaban largas horas en la playa entregados a los placeres del amor. Después volvían otra vez al Olimpo por distintos caminos, para no levantar sospechas.
Sin embargo, como siempre suele suceder, desgraciadamente este idilio no duró mucho. Los dioses eran muy volubles y Apolo se había enamorado esta vez de Anfítrite, esposa de Poseidón, y cierto día la pobre Afrodita esperó y esperó vanamente que su amante acudiera a la cita...terminando por resignarse tras mucho tiempo de espera.
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