Como dice Bernard Sergent, en un lucido estudio sobre la homosexualidad en la Mitología griega, la relación homosexualidad/heterosexualidad en la Grecia antigua presenta una diferencia radical respecto de nuestra sociedad (quizá para mal o para bien cada vez más permisiva). En la Grecia antigua la homosexualidad, lejos de estar condenada o marginada, era una práctica de los medios civiles más selectos. Los motivos de esta conducta hunden sus raíces en la Mitología. Los mitos referentes a la pederastía o amor erótico de un adulto por un muchacho imberbe son numerosos. En todos ellos cabe distinguir: el hombre sexualmente activo, el erasta (es decir, el que ama en sentido erótico), siempre un maestro divino o heroico, y el erómeno (el que es amado), que es un adolescente impúber; su sujeción sexual termina precisamente con la aparición de la pubertad y la aptitud para el matrimonio.
De esta forma, en al sociedad griega la homosexualidad descansa sobre un origen de prácticas de iniciación a la vida, a semejanza de muchos pueblos primitivos.
Veamos ahora el mito de Ganimedes. Éste era un joven héroe que pertenecía a la casa real troyana descendiente de Dárdano. Según unas versiones era el menor de los hijos de Tros y de Calírroe, según otros lo era de Laomedonte. Ganimedes era todavía imberbe y guardaba los rebaños de su padre en las montañas que rodeaban la ciudad de Troya. Pasaba por ser el más bello de los mortales, tanto que inflamó de amor al más poderoso de los dioses, harto de probar el manjar opuesto. Así pues se metamorfoseó en águila y un día en que el troyano cazaba en el monte Ida lo cogió en sus garras y se lo llevó por los aires. En compensación del rapto, Zeus regaló al padre del muchacho unos caballos divinos o una copa de oro fabricada por Hefesto.
Y desde entonces Ganimedes pasó a ser en el Olimpo, además del erómeno de Zeus (pues se conservó eternamente efebo e inmortal), su copero, escanciador del néctar a los inmortales, cargo que antes habían tenido Hebe y Hefesto. Divinizado así Ganimedes, pasó a ser en el Zodíaco la constelación de Acuario.
La versión histórica relata el suceso, humanizándolo en forma más realista. Un soberano troyano denominado Tros (véase la similitud de este nombre con la denominación de Troya) envió a su hijo Ganimedes al vecino reino de Lidia, en Asia Menor, para ofrecer sacrificios a Zeus. Tántalo, soberano del país, creyó que el joven y sus acompañantes eran espías. Hizo prisionero a Ganimedes y le obligó a servir de copero en su mesa y de erómeno quizás. Este rapto provocó una larga guerra entre ambos reinos.
El copero de los soberanos siempre ha sido un cargo privilegiado (recordemos el copero del Faraón de Egipto en la historia bíblica de José). Reseñemos aquí también la relación muchacho-"caballero" del ejército espartano, o el famoso batallón tebano que tantas victorias cosechó en el siglo IV a.C., en el escenario helénico, gracias a luchar juntos "amante y amado", y en la Edad Media la relación escudero-caballero, en la que sin haber erotismo existía (como en todos los casos) un sentido de emulación, de estímulo, de llegar a ser un día como el maestro o incluso superarlo... y es que además a veces en las sociedades más machistas es donde pueden desarrollarse más prácticas parahomosexuales (recordemos la Alemania nazi). (El que esto escribe ni defiende ni ataca este proceder, simplemente expone.)
Muy interesante, me gustaría conseguirlo.
ResponderEliminar¡Qué bueno que te resulte interesante, Johny! Saludos.
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