Diferencias entre Mito, Religión, Magia y Cuento

Mito, creencia y religión

    Al considerar la Mitología como un conjunto de relatos protagonizados por dioses y héroes según una de las concepciones más aceptadas, es necesario establecer los límites exactos entre mito y creencia, tarea nada fácil, confusa y hasta cierto punto casi imposible. Salomon Reinach, en su obra Orfeo, afirma que en el lenguaje corriente se confunden los conceptos de creencia y mitología, confusión natural porque, como se ha citado, en el fundamento de toda mitología hay religión, cosa que debe evitarse cuando se habla desde el punto de vista científico, empresa ardua puesto que al evocar, por ejemplo, la religión de la Grecia clásica, ¿no pensamos todos en las poéticas historias que los escritores helénicos dejaron sobre sus dioses y héroes?


    Por su parte, el mitólogo francés Decharme, en su Mythologie de la Grèce, nos dirá que "la mitología y la creencia o religión, aunque hayan vivido juntas, son en realidad dos cosas distintas, y a veces contradictorias, que deben de ser consideradas por separado". Otros tratadistas coincidirán en afirmar que "la religión deriva del sentimiento y la mitología de la imaginación, pero ambas nunca dejan de poseer un fondo común que informa sus creaciones". Un mito puede transformarse en dogma y adoptar la forma de leyenda, pero parece erróneo pensar que todas las creencias primitivas son mitología y que de ésta se origine la religión, gracias al progreso.

    Desde el punto de vista antropológico, Malinowski nos hará notar que, para abordar el estudio de las religiones primitivas, no se puede dejar de un lado un mito, puesto que éste relaciona al hombre primitivo con el rito y con la vida moral. Para el primitivo, el mito viene a tener un valor equivalente al que posee la Revelación para el cristiano: constituye un punto de referencia para codificar la creencia y se establece como un orden ético de conducta individual. Así pues, cuando los mitos se relacionan o generan cierto ritual religioso entonces es cuando se produce la conexión estrecha entre mito y religión, y sólo de esta forma, para Malinowski, adquieren verdadera importancia. 

Mito y magia

    Frecuentemente se ofrece también una relación entre mito, magia y algunos tipos de sacrificio. Así los multitudinarios sacrificios humanos de los aztecas de México no podrían ser explicados sino acudiendo al mito que relataría la eterna lucha diaria entre la divinidad solar y las tinieblas de la noche dirigidas por los dioses contrarios. Pero, según los aztecas, la naturaleza de la energía solar se alimentaba de sangre humana, única fuente capaz de darle fuerza para derrotar a sus enemigos. Si el sol no disponía de dicha sangre sería vencido en poco tiempo. Por eso era necesario el masivo sacrificio de guerreros más vigorosos. De esta forma, se garantizaba día a día el retorno victorioso del sol, que a su vez infundía vida a plantas y animales para que alimentara a los hombres.

    El mundo debía pues su existencia al constante holocausto humano, cuya sangre nutría a la divinidad solar. El mito del eterno retorno de la vida no se concebía sin el rito mágico del sacrificio masivo y esta continuada ejecución a lo largo del trascurso de un año o ciclo solar no podía justificarse sin aquél. De esta forma, el mito no podía considerarse como una fantasía, ni como una especulación intelectual, sino como santificador de un ritual, proporcionándole, además, una suficiente base de antigüedad y veracidad que daba lugar a la vida cotidiana azteca.

Mito y cuento

    El cuento es un relato paralelo al desarrollo de la humanidad, pero sin notaciones sagradas. Quizá no exista ningún pueblo que no los posea y no los utilice como parte de las representaciones públicas cuyo objetivo es el entretenimiento. Su carácter es festivo frecuentemente y posee un significado ritual muy débil. Más que una expresión colectiva, es personal y pertenece al mundo del arte. Como relato no provoca conflicto con cualquier otro y como fuente poética de inspiración no supone la destrucción de la verdad afirmada por otra persona y mucho menos manifiesta, cosa que no sucede con el mito, la explicación o el intento de explicación de algo trascendente, aunque muchos de aquellos tengan una indudable raíz popular anónima.

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