Zeus engendró en secreto a su hijo Zagreo en Perséfone, antes de que fuera llevada al mundo subterráneo por su tío Hades, y ordenó a los hijos de Rea, los Curetes cretenses, o Coribantes, como les llaman algunos, que vigilaran su cuna en la cueva de Ida, donde saltaban a su alrededor chocando sus armas, tal como habían saltado alrededor del propio Zeus en Dicte. Pero los Titanes, enemigos de Zeus, se cubrieron de yeso blanco hasta quedar irreconocibles y esperaron a que se durmieran los Curetes, y a medianoche atrajeron a Zagreo fuera de la cueva ofreciéndole juguetes tan infantiles como un cono, una bramadera, manzanas doradas, un espejo, una taba y un ovillo de lana. Zagreo se mostró valiente cuando se abalanzaron sobre él con intención de matarlo, transformándose varias veces para engañarlos: primero como Zeus cubierto con una piel de cabra, luego como Crono haciendo llover, como león, caballo, serpiente con cuernos, un tigre y un toro. En ese instante los Titanes lo sujetaron fuertemente por los cuernos, lo despedazaron con sus dientes y devoraron su carne cruda.
Atenea interrumpió el horrible banquete poco antes de que acabara y, rescatando el corazón de Zagreo, lo guardó en una figura de yeso en la que insufló vida, y así Zagreo se hizo inmortal. Sus huesos fueron recogidos y enterrados en Delfos, y Zeus fulminó a los Titanes con su rayo.
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